
La poesía es la civilización hablando a través de sí. Desde los primeros cantos hasta las cuánticas señales de información, desde las tablillas cuneiformes hasta las pantallas de silicio, desde los protoalfabetos hasta los signos posibles para una lingua cosmica. La historia del lenguaje es la de una entropía en que cada vez más las palabras y las cosas se separan convirtiendo a las primeras en imágenes y a las últimas en nuevas formas de simulación. No obstante, hay un estado en que esa materia lingüística es puesta a prueba y el caos original comienza a hablar en otras lenguas, en todas las que existen, hasta la última donde ya no hay palabras. Esto es el punto triple que es también el título de este libro de René Villalobos que convierte en proceso todo lo anterior. Uno que va desde la fricción de los protones y neutrones que conforman el centro de un yo hasta su paulatina transformación en ondas y partículas que cantan, que se desdoblan, que lo hace muchos a la vez frente a los propios espejos que son las figuras, diagramas, bosquejos, símbolos que el libro hace hablar. Se trata de una épica personal y cósmica, científica y mística, en que la poesía mexicana es leída con un sistema operativo del futuro, por ejemplo, desde Gerardo Deniz hasta “los poetas salvajes”. Es decir, la genealogía electromagnética de una vida, pero también de una tradición oblicua que en los afueras de dicha órbita encuentra su más íntimo secreto que es el propio libro: “memorial de que todo termina ante un nuevo comienzo”. Punto triple adelanta un tiempo y regresa a otro y en ese límite es donde leerlo lo transforma a uno en testigo de los últimos amaneceres en una Tierra que ya nadie verá.
Héctor Hernández Montecinos